sobre
Mario Hernández.
Biografía.
Desde niño manchego, he amado el teatro. Quizá por eso nunca lo he estudiado, porque en el instituto y la universidad lo único que me enseñaron era a odiar lo que estudiabas, y yo quería seguir amando los escenarios, y los telones, y la magia. Sí estudié Dirección y Guión Cinematográficos, quizá precisamente para saber que la magia del cine es harina de otro costal, bella pero farragosa, muy lejana a la hechicería inmediata del teatro. Mis formadores teatrales han sido, en orden nada cronológico, los musicales de Andrew Lloyd Weber, Mayorga y su chico de la última fila, Wajdi Mouawad, Yasmina Reza, ese Shakespeare maldito que no dejó tema inmortal sobre el que sangrar, Miller, Mamet, Miguel Mihura... Cuando me siento a escribir se ponen delante de mí y me observan, me critican, me condenan a la tecla de borrar y a los paquetes de Marlboro. Pero acabamos llevándonos bien. A ellos se les ha unido otros autores no teatrales, como Ray Loriga, o poetas, que aunque yo sólo leo poesía cuando voy al baño, he puesto sobre las tablas el exilio de Benedetti, el canto a la justicia de Miguel Hernández (en un cortometraje), o la búsqueda de la igualdad de escritoras americanas de los 50.
Escritura.
Nada más aburrido, e innecesario, que un autor hablando de sus temas, su estilo, su "yo". Creo firmemente que son los otros, los lectores, los espectadores, mi madre, los que sacan mucho mejor qué hago y qué no. No ha sido hasta hace bien poco, cosa de un año que ves los nexos de unión, las relaciones, tus temas, tus preocupaciones, tu mundo. Veo ahora que me gusta traspasar las barreras del teatro llevándolo a otros ámbitos, como la literatura, como "Héroes", teatro basado en novela pero de estructura puramente cinematográfica; y la sorprendente presencia que tiene la poesía en mis dos últimos trabajos, cómo me he servido de ella para contar el viaje personal y político de Mario Benedetti, o cómo a través de poemas olvidados de Elise Cowen, o Joyce Johnson, dar voz a escritoras silenciadas durante años. En todos los casos, eso sí, compruebo que vuelvo mi mirada al pasado, a nuestro ayer, a viejos temas y viejas historias que se repiten constantemente, que mudan y se transforman pero nunca desaparecen, que explican nuestro incomprensible presente, y vaticinan, no siempre para bien, nuestro futuro. Y leyendo esto, me considero más aburrido e innecesario que nunca. Pero ea.
There is nothing more boring and unnecessary that an author talking about their own topics, style and themselves in general. I strongly believe that you should talk to other people – the readers, the spectators, my mother, etc. – for a better idea about the things I do and the things I don’t do. It wasn’t until fairly recently, perhaps a year-or-so ago, that the nexuses of union, relationships, your issues, your concerns and your world have appeared in my works. I now see that I like to overstep theatrical barriers, bringing them to other fields such as literature. One such example is “Héroes”, a play based on a novel, but which adopts a purely cinematographic structure. Another example is the surprising poetical presence in my two most recent pieces, and how I’ve used poetry to tell the personal and political journey of Mario Benedetti; or how a voice is given to writers who had been silenced for years through the forgotten poems of Elise Cowen and Joyce Johnson. In all cases, however, I am sure to look back into the past, to what happened previously, to old topics and stories that are constantly repeated, which move and transform but which never disappear, that help to explain our incomprehensible present and foresee, not always for good, our future. And having read this, I feel more boring and unnecessary than ever. But that’s what it is.